miércoles, 7 de diciembre de 2011

México, territorio de la literatura catalana

Josep Bargalló*
23 octubre 2011

 (Article publicat a Cataluña en México. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 2010. Josep Maria Figueres i José María Murià, eds. Reproducció d’una ponència llegida al Museo Nacional de Antropología, de México D.F., el 2009)


“He passat la meitat de la meva vida a Catalunya i l’altra meitat a Mèxic” Pere Calders


El exilio republicano catalán en México fue diverso y variado. Por procedencia social, por pertinencia ideológica, por capacitación laboral… Se cual sea la cifra de los catalanes que recabaron en México a lo largo de la década de los 40 -la reconocida más o menos oficialmente de unos 5000 u otra bastante superior, como apuntan algunos especialistas-, no cabe ninguna duda que en su mayoría fueron hombres y mujeres anónimos que llegaron a este país acompañados de profesionales, académicos e intelectuales, nombres insignes y reconocidos, muchos de los cuales acabaron ocupando espacios de prestigio en la sociedad de acogida. En estas mismas jornadas, los profesores Salomó Marquès y Dolores Pla, respectivamente, nos han hablado de los maestros y de los agricultores y trabajadores cualificados, la inserción laboral de los cuales no fue fácil ni siempre satisfactoria. Montserrat Galí –hija ella misma del exilio- nos ha mostrado la influencia de los artistas catalanes en las artes plásticas mexicanas. Y, finalmente, diversos ponentes se han referido al profesorado universitario, especialmente centrándose en el caso de Pere (don Pedro) Bosch Gimpera, paradigma al más alto nivel del rol que obtuvieron los científicos catalanes en la construcción de la vida académica mexicana contemporánea.

El caso de los escritores es esencial y radicalmente distinto al de todos estos gremios, de los diversos colectivos de exiliados –una visión general de los cuales nos la ha vuelto a ofrecer el doctor José María Muriá, en su último libro, Catalanes en México, publicado por el INAH y recién presentado con motivo de este mismo evento1. Con más calificación que los agricultores y obreros, una trayectoria intelectual habitualmente equiparable –o casi- a la de la mayoría de los académicos y una proyección social incluso más relevante, los escritores catalanes del exilio mexicano tenían un evidente handicap en el momento de intentar su inserción. Los agricultores y obreros podían encontrar trabajo en lo que había sido su profesión, ni que fuera en unas condiciones muy distintas. Los docentes –ya fuesen de magisterio o universitarios- eran incluso requeridos solícitamente. Para unos y otros el paso del catalán al español fue vehicular, evidente y lógico, y muy poco o nada dificultoso. Para los escritores el paso no era posible, como mucho sólo podía serlo ocasionalmente: el catalán era, precisamente, la materia prima de su trabajo, de su proceso de creación. Y si continuaban escribiendo en catalán –ninguno devino escritor en español, por lo menos regularmente-, su público mayoritario no se encontraba en México, sino en su tierra de origen. Y aún peor, si su público mayoritario se encontraba en Cataluña, las Baleares y Valencia, sus obras no podían llegar a él: el catalán era una lengua prohibida, perseguida por el franquismo, y, cuando la persecución menguó, la oficialidad continuaba dándole la espalda, impidiendo la propagación de su cultura. Si el exilio ya era de por si un drama –a pesar de la acogida mexicana-, para los escritores catalanes lo fue doblemente: sus lectores naturales estaban muy lejos e impedidos de acceder a su obra. Ni tenían público, ni mercado. A lo sumo, el público formado por los exiliados, esparcidos por Europa y América, que de ninguna manera estaban en condiciones de formar mercado.

El filósofo y poeta Ramón –o Ramón- Xirau, que llegó a México acompañando a su padre, el pensador Joaquim Xirau, es buen ejemplo de lo que acabo de comentar: como filosofo –como académico- ha utilizado como lengua de producción el español y, como poeta, el catalán.


México, capital de la literatura catalana

Taula presidencial dels Jocs Florals


A pesar de los pesares, un numeroso grupo de escritores catalanes se estableció en México y aquí continuó su quehacer literario. Aún más: convirtieron México en capital de la literatura catalana e hicieron de este país, de sus tierras y sus gentes, territorio central de sus obras. Ciertamente, en la década de los años 40 –y buena parte de la de los 50-, México fue la capital de la literatura catalana, uno de sus epicentros más preclaros. Aquí se publicaron un buen número de libros y revistas en catalán. Algunas de estas revistas llegaron, desde México, a toda la geografía del exilio. Especialmente dos: Lletres y La Nostra Revista. Agustí Bartra, con Josep Carner, Pere Calders, Joan Roura i Parella y Jordi Vallès, fundó, en 1944,Lletres. Revista literària catalana, editada en Ciudad de México hasta 1948. Dirigida por el mismo Bartra, dio cabida en sus páginas –y en la colección de libros que editó- a escritores consagrados y a muchas figuras emergentes –como Mercè Rodoreda-, con la voluntad de mantener la continuidad de la literatura catalana, enfrenándose a las dificultades de la persecución cultural y lingüística del franquismo en Cataluña y a la dispersión de la diáspora. La Nostra Revista fue dirigida por Avel.lí Artís-Gener, entre 1946 y 1954, y se convirtió en una de las mejores publicaciones culturales del exilio. Con estas y muchas otras cabeceras, México fue, durante años, capital del mundo editorial –y literario- catalán.

Un paradigma de esta capitalidad es la realización en suelo mexicano de cuatro convocatorias de los “Jocs Florals de la Llengua Catalana”, la tradicional fiesta poética instaurada por el romanticismo catalán, ya en el siglo XIX, y que, tras la interrupción obligada por la guerra de 1936, tuvo que realizarse en el exilio entre 1941 y 1977. Estas fueron las ciudades que acogieron los “Jocs Florals” en esos años:

1941: Buenos Aires (Argentina)
1942: Ciudad de México (México)
1943: Santiago de Chile (Chile)
1944: La Habana (Cuba)
1945: Bogotá (Colombia)
1946: Montpellier (Francia)
1947: Londres (Reino Unido)
1948: París (Francia)
1949: Montevideo (Uruguay)
1950: Perpiñán (Francia)2
1951: Nueva York (USA)
1952: Toulouse (Francia)
1953: Caracas (Venezuela)
1954: Sao Paulo (Brasil)
1955: San José (Costa Rica)
1956: Cambridge (Reino Unido)
1957: Ciudad de México (México)
1958: Mendoza (Argentina)
1959: Perpiñán (Francia)
1960: Buenos Aires (Argentina)
1961: L’Alguer (Italia)3
1962: Santiago de Chile (Chile)
1963: Montevideo (Uruguay)
1964: Perpiñán (Francia)
1965: París (Francia)
1966: Caracas (Venezuela)
1967: Marsela (Francia)
1968: Zurich (Suiza)
1969: Guadalajara (México)
1970: Tubingen (Alemania)
1971: Bruselas (Bélgica)
1972: Ginebra (Suiza)
1973: Ciudad de México (México)
1974: Amsterdam (Holanda)
1975: Caracas (Venezuela)
1976: Lausana (Suiza)


O sea, sólo Francia cuenta con más convocatorias que México –ocho a cuatro. Y, aún así, por dos motivos evidentes: por la proximidad geográfica, sin lugar a dudas, pero también por el hecho que tres se celebraron en Perpiñán -Perpinyà-, la ciudad catalana del sur de Francia. Por lo que hace referencia únicamente a la América latina, México encabeza el listado –que es, también, el de los países con más peso en la literatura catalana del exilio-, seguido de Argentina, Venezuela, Chile y Uruguay.

Permítanme, llegados a este punto, que haga un pequeño exordio, y recuerde que, en esta misma sala donde se celebran la mayoría de los actos académicos de la presencia catalana en esta edición de la FLAH, aquí, en el Museo Nacional de Antropología, se celebró, precisamente, la última edición de los “Jocs Florals” mexicanos, el 11 de noviembre de 1973. El Consistorio lo presidió Bosch Gimpera, mientras que el Comité de Honor fue copresidido por Víctor Bravo -Secretario de Educación Pública-, Octavio Sentíes -Gobernador del Distrito Federal- y el maestro Pau –Pablo- Casals -póstumamente, ya que había fallecido en San Juan de Puerto Rico poco antes de la celebración de la fiesta. El comité tenía un buen número de miembros, entre los cuales Cèsar Pi-Sunyer -presidente del Orfeó Català de México-, diversos cargos de la administración federal, profesores de la UNAM, intelectuales catalanes y mexicanos, Doña Amalia Solórzano de Cárdenas, Pierre Emmanuel -miembro de l’Académie Française- y el historiador galo Pierre Vilar. El premio más celebrado, el más importante, la “Flor Natural”, recayó en el poeta Josep Maria Murià, padre del ilustre José María, principal instigador de nuestra presencia aquí estos días –y tantos otros. Ya ven ustedes que el exordio era motivado: misma sala, otro Muriá.


La mexicanidad en la literatura catalana

Pero México no fue únicamente la capital literaria catalana de la década de los 40 o 50, sino que se convirtió en territorio literario, en tema de la creación poética, narrativa y dramatúrgica catalana, hasta tal punto que se puede afirmar que, tras las mismas tierras autóctonas, México devino el segundo gran espacio geográfico de la literatura catalana en el siglo XX. Para comprobarlo podemos realizar un pequeño viaje por la producción literaria de los escritores catalanes del exilio mexicano.

Fueron muchos los intelectuales catalanes que acabaron recalando en México tras la diáspora republicana –la mayoría directamente, tras vivir el oprobio de los campos de internamiento franceses, otros pocos vía el Reino Unido, algunos incluso pasando antes por otros países latinoamericanos, como Panamá, la República Dominicana o Colombia. La lista es cuantiosa: el profesor Pere Bosch i Gimpera, los poetas Josep Carner i Agustí Bartra, la narradora Anna Murià –esposa de Bartra y madre de Roger Bartra, el sociólogo y antropólogo mexicano de renombre internacional-, su hermano el también escritor Josep Maria Murià –el padre, recordemos, de José María Muriá, historiador, antiguo director del Colegio Jalisco e investigador del INAAH-, los novelistas Ferran de Pol, Avel.lí Artís-Gener “Tísner”, su cuñado Pere Calders y Vicenç Riera Llorca, el activista cultural Josep Soler Vidal… Y Josep Maria Miquel i Vergés, Lluís Nicolau d’Olwer, Raimon Galí, Joaquim i Ramon Xirau, Bartomeu Costa-Amic, Jaume Aiguader, Salvador Armendares, Artur Bladé, Glòria Caballero, Joan Sales, Joan Cid i Mulet, Víctor Alba, Teresa Pàmies, Josep Maria Poblet, Maria dels Àngels Vayreda, Manuel Duran, Odó Hurtado, Elvira Elías… La lista es larga, interminable. Por ello quizás es mejor dejarla aquí, voluntariamente incompleta, nimia, injusta, pero evidente del alud de intelectuales y escritores republicanos catalanes que encontraron en México una seguridad que no les podía ofrecer una Europa sumergida en un ambiente prebélico y, poco después, ya en la Segunda Guerra Mundial. Refugiados de todo tipo, de todas las condiciones, de todas las ideologías -excepto la fascista…

Y algunos –muchos- de los escritores catalanes que vivieron aquí sus años de exilio –con agradecimiento al país acogida, con la añoranza de su tierra de origen y con la voluntad inquebrantable y comprensible del retorno- acabaron escribiendo poemas, obras de teatro, cuentos, narraciones y novelas de temática mexicana. Algunas pocas veces en español, casi siempre en catalán, incluso cuando ya habían vuelto a su país natal. Así, y con la voluntad de poner sólo los ejemplos quizás más paradigmáticos, podemos empezar con la novela Érem Quatre(Éramos cuatro), de Lluís Ferran de Pol, quizás el menos conocido en México de estos autores, que narra los periplos de unos arqueólogos que visitan el santuario de Chalma, en búsqueda de la Tula legendaria. Ferran de Pol retornó a su Cataluña natal muy pronto. Fue el primero en hacerlo, pero a pesar de ello escribió otros textos de temática mexicana o americana en general: en 1954, ya de vuelta a casa, publicó Abans de l’alba (Antes del amanecer), una novela que tiene como referente leyendas mayas; en 1956 La ciutat i el tròpic (La ciudad y el trópico), un conjunto de cinco narraciones realistas; y en 1973 De lluny o de prop (De lejos o de cerca), una recopilación de artículos periodísticos, entre los cuales algunos aparecidos inicialmente en la prensa mexicana.

Más significativa es, aún, la crónica de ficción de Avel.lí Artís-Gener, Paraules d’Opòton el vell(Palabras de Opoton el viejo), en la cual los nahua “descubren y colonizan” Europa, entrando por Galicia, en una particular inversión del rol de colonizadores y colonizados, a partir de un manuscrito ficticio y totalmente creado por Tísner. También es digna de mención la novela Joc de xocs (Juego de choques) de Vicenç Riera Llorca, que discurre en el inicio del exilio de un grupo de republicanos. Riera Llorca escribió también, entre las décadas de 1940 y 1960, otras novelas de tema mexicano: Què vols, Xavier (Qué quieres, Xavier), Oh, mala bèstia (Oh, mala persona),Tornar o no tornar (Voler o no voler) y Amb permís de l’enterramorts (Con permiso del sepulturero)4. Mexicanas son, también diversas narraciones de Pere Calders –desde cuentos cortos a una novela, L’ombra de l’atzavara (La sombra del maguey), suma de ironía, simbolismo y compromiso social con los indígenas. Como lo es el relato juvenil de Anna Murià, de título más que explícito, El meravellós viatge de Nico Huéhuetl a través de Mèxic (El maravilloso viaje de Nico Huéhuetl a través de México). Y, de la mano de una escritora de exilio mexicano mucho más fugaz, Teresa Pàmies, una novela también juvenil: Aventura mexicana del noi Pau Rispa (Aventura mexicana del chico Pau Rispa).

Todos estos ejemplos son sólo un botón de muestra de la gran influencia ejercida por el exilio mexicano, por México, su historia, sus tierras y sus gentes, en la narrativa catalana de la segunda mitad del siglo XX. De algunos de ellos –de Tísner y de Calders- hablaré más adelante con un poco más de atención. Antes, si embargo, quisiera salirme de la narrativa y comentar una singularidad notable: cuando el mexicanismo de los escritores catalanes exiliados no se ciñe exclusivamente al tema, sino que llega también a la lengua.

Josep Carner y Agustí Bartra: leyendas precolombinas hechas literatura

Un caso singular, extraordinario, nos lo aportaron tanto Josep Carner como Agustí Bartra: sin renunciar al uso del catalán como lengua de creación en el conjunto de su obra, utilizaron el español para recrear literariamente leyendas precolombinas como reconocimiento a su país de acogida.

Josep Carner, uno de los poetas catalanes más apreciados del siglo XX, diplomático de la República española, vivió en México entre 1938 y 1945, siendo profesor en la UNAM, Morelia y Guadalajara, y murió en Bruselas, dónde fijo finalmente su residencia. Carner fue un poeta de alto nivel, una figura clave de la literatura catalana contemporánea. Fiel siempre al catalán como lengua literaria, rompió una única vez esta fidelidad: en 1943 publicó una obra de teatro poético escrita originalmente en español, Misterio de Quanaxhuata, situada en el México precolombino y basada en una leyenda religiosa de los otomíes, de las montañas de Guanajuato. Sus dos protagonistas son dos viejos amigos, “el tocado” –con plumas- y “el desgreñado”, aunque quizás las verdaderas protagonistas son las montañas guanajuatenses, especialmente unas cimas con apariencia de sapo, deificadas por los habitantes de la zona, en una historia de luchas y amores que transcurre, pausada, llena de imágenes poéticas. La versión catalana de la obra, publicada posteriormente, en 1951, Carner la tituló El ben cofat i l’altre (El bien tocado y el otro), y más que una simple traducción, es una obra nueva, rescrita. La edición de esta pieza dramatúrgica en español no fue bien aceptada por todos los compañeros de exilio de Carner. Algunos le acusaron de haber renunciado a su idioma. Todo lo contrario: era su manera de agradecer la hospitalidad del país que lo había acogido, hablar de él en su lengua.

Esta voluntad de homenaje consciente a México del Misterio de Quanaxhuata lo reafirmó la esposa de Carner, la poeta e intelectual belga Émilie Noulet, que lo acompañó en su exilio, en el prólogo a la traducción francesa de la obra, L’ébouriffé, publicada en 1963 por la prestigiosa editorial Gallimard y traducida del español por ella misma y por Roger Caillois. De este sentimiento mexicano de Carner, nos dejó testimonio otro compañero de exilio, nuestro Pere Calders, autor de una biografía humana del poeta:

“Carner había tenido que defenderse de la añoranza de la mejor manera que supo. Me parece que tenía una técnica, un conjunto de fórmulas probadas. En primer lugar, el país donde se encontraba –fuese donde fuese- era siempre magnífico, lleno de posibilidades, interesante. En segundo lugar, se instalaba sin caer en provisionalidades, como si cada uno de sus destinos fuese el definitivo, un lugar bello para quedarse. En tercer lugar, procuraba, tanto como podía, no mirar atrás, a base –entre otras cosas- de no escribir a los amigos ausentes. Esto, claro, no bien en términos absolutos, pero sí con una marcada decisión.

Por tanto, México era, cuando él estaba allí, un paraíso, una zona del mundo particularmente favorecida. Descubría a cada instante hombres finísimos i damas encantadoras, encontraba aquí y allá ejemplos aleccionadores a seguir. Y lo bueno es que no se trataba de un engaño de los sentidos, sino que existía aquello que su espíritu buscaba, y México, mientras él vivió allí, le daba lo que Carner quería encontrar en el deseo y en el sueño.” (Josep Carner, Argentona (Barcelona), 1991)5

Pocos años antes, Carner ya había dado otra muestra de este agradecimiento: en 1940 publicó en México la versión española, que él mismo efectuó, de su poema bíblico Nabí, que al año siguiente apareció en Buenos Aires en su versión original en catalán. Y, resiguiendo atentamente el ingente volumen de su obra poética, tampoco es nada difícil encontrar poemas de temática mexicana, escritos todos en catalán, testimonio de los lazos que le unieron al país en el que quedó uno de sus hijos y al que volvió ocasionalmente, años más tarde, para conocer a sus nietos.

Continuando en el ámbito de la lírica, mención especial merece Quetzalcòatl, el poemario en español donde Agustí Bartra se sumerge en el mundo ancestral de la cultura mexicana a partir de la figura del gran rey y sacerdote tolteca. De Agustí Bartra, la profesora Esperanza Martínez, haciendo referencia a Quetzalecòatl y también a la novela La lluna mor amb aigua (La luna muere con agua), otro volumen de temática mexicana del poeta, ha comentado:

“estas dos obras, entendidas y vistas más allá de sus aciertos y de sus fallas estructurales, o exclusivamente como objeto de análisis circunscritos a lo literario; entendidas como parte de la aportación cultural que un exiliado decidió dejar a su patria de adopción, encuentran su valor en no haber sido concebidas ni como homenaje a México y los mexicanos ni como muestra patente del merecido agradecimiento que en su autor suscitaron —aunque haya en ellas tanto homenaje como agradecimiento—; su valor radica en que Agustí Bartra, respetando las directrices que le marcaron su misión y su destino como poeta —sin violentarlos, sin falsearlos; sin sacrificar ni su credo poético ni su visión del mundo— puso de manifiesto también el respeto, la admiración y el amor que sintió por este país: supo esperar el tiempo necesario, el que le hizo falta para sentir, ya depurada y asimilada, su aportación personal de lo mexicano; de otro modo, no habría aceptado ni se habría atrevido a incorporarlo a su obra.” (Agustí Bartra en México, México D.F., 1989)

Tísner y los colonizadores colonizados



Si la obra de Bartra adopta un tono solemne, grave,Paraules d’Opòton el vell, la novela de Avel.lí Artís-Gener, en la cual el entrañable Tísner narra como los nahua descubren Europa, rebosa ironía, como arma estilística clave para mostrar sus tesis contrarias a la colonización, a los imperialismos de todo tipo. Y favorables a los “otros”, a los colonizados, a los olvidados. Un homenaje a los indígenas americanos, sí. Un recuerdo a la propia situación de la lengua y cultura catalanas bajo el franquismo, también. Una crónica americana y americanista escrita en catalán.


Màrius Serra, otro novelista catalán, mucho más joven, contemporáneo, nos expone así, con anécdota ilustrativa incluida de la escasa, nula inteligencia de la burocracia del franquismo, su visión del libro de Tísner:

“Aquí Artís invierte los términos geográficos de la Conquista. Tomando de modelo la prosa directa con que Bernal Díaz del Castillo en Historia verdadera de la Conquista de Nueva España, un narrador también anciano nos transmite la crónica del descubrimiento de Europa por parte de una expedición azteca. La voz de Opoton se asemeja mucho a la que, décadas más tarde, narrará las divulgadas memorias de Avel.lí Artís-Gener modesta, traviesa, irónica y nada solemne. La llegada de la expedición azteca a Galicia permite desarrollar una crítica solapada al imperialismo español que pasará desapercibida a la censura franquista. Tísner me aseguró que había recibido una carta con el sello oficial de la censura, pero sólo para regañarle por haber dado el presunto manuscrito hallado al Museo de Culturas Prehispánicas de México (que es un museo inexistente que se inventa en el prólogo de la novela) y no al Archivo General de Indias de Sevilla (¡!). El uso inteligente de los paratextos y un notabilísimo trabajo estilístico hacen de la verosimilitud uno de lo grandes logros de esta espectacular novela de historia ficción, fruto de una planificación calculada al milímetro para no caer nunca en el panfleto. Paraules d’Opòton el vell se inscribe en el género especulativo del apócrifo con una escritura poderosa y una gran capacidad de resolución. Dos traducciones al español –la primera nefasta, de Angelina Gatell (Ediciones 29, 1977), y la segunda del propio Tísner en 1967 (Siglo XXI, 1992) han permitido que algunos lectores iberoamericanos conozcan una de las mejores novelas catalanas del siglo XX.” (“Tísner, hombre de letras”, en En recuerdo de Tísner. Semblanza, Zapopan, 2001)

Como en el caso de Bartra, Paraules d’Opòton el vell6 no es la única obra de temática mexicana d’Artís-Gener, pero sí la más contundente. Podemos mencionar, también, la novela L’enquesta del canal 4 (La encuesta del canal 4), ambientada en la conocida emisora de televisión en la que colaboró él mismo o el libro, escrito ya una vez retornado en Cataluña, Mèxic, una radiografía i un munt de diapositives (México, una radiografía y un montón de diapositivas), contra los estereotipos históricos que, bien por ignorancia, bien por manipulación, los catalanes aún tenemos sobre la realidad mexicana y sus gentes. Y podríamos añadir que, en 1964, se adjudicó el concurso literario de la famosa revista mexicana “El Cuento” con una breve narración en español, “Sesenta pesos de delirio”.

Aún más. El polifacético Artís-Gener, Tísner –periodista, escritor, pintor, publicista, escenógrafo en el canal 4 y en toda la serie de Tarzán filmada en Acapulco, realizador de películas publicitarias de animación…- escribió e ilustró libros, con su cuñado Pere Calders –asimismo polifacético, periodista, escritor y dibujante-, sobre el convento de Actopan, Taxco y el patrimonio colonial de Ciudad de México. El binomio Tísner-Calders fue extraordinariamente fructífero en actividades y en resultados, literarios y culturales.




Pere Calders y Aquí descansa Nevares

También Pere Calders, como hemos apuntado, es autor de prosa narrativa de temática mexicana. Este escritor barcelonés, nacido en 1912 –como Tísner-, partió, en 1939, de Francia hacia México, donde vivió su exilio veintitrés años, trabajando en el mundo editorial. En los años 30 ya se había dado a conocer, en Cataluña, como periodista, narrador y dibujante, y, en los 50, cuando fue posible volver a editar en catalán, empezó a publicar, en Barcelona, libros de narraciones, escritos en ésa época, desde México. De vuelta a Cataluña, en 1962, la obra narrativa de Calders fue creciendo, así como su aceptación por la crítica y el público lector. Hasta su fallecimiento, en 1994, y aún posteriormente, Pere Calders ha sido uno de los narradores más leídos de la Cataluña contemporánea, y sus obras han obtenido muchísimas ediciones y han sido vertidas al teatro, la televisión y el cine. La adaptación de diversos de sus cuentos en un exitoso montaje teatral,Antaviana, el 1978, fue el punto de inflexión de la popularización del rico universo narrativo y simbólico de Calders Es, sin lugar a dudas, el narrador más internacional de los catalanes exiliados en México: su obra ha sido traducida a 13 idiomas, entre los cuáles el español, el inglés, el alemán, el francés, el italiano, el portugués y el japonés.


Fotógrafo, también, y amigo y colaborador de Juan Rulfo –realizaron alguna exposición conjunta-, fue uno de los dibujantes que ilustró la famosa y longeva Enciclopedia UTEHA, además de colaborar en la prensa local y, especialmente, en las publicaciones culturales y políticas de los exiliados catalanes.

La presencia mexicana en la obra de Calders ha suscitado multitud de interpretaciones y de valoraciones. Des de Cataluña y desde México, y no siempre, evidentemente, desde el mismo punto de vista. Especialmente significativas son las emanadas desde su tierra de acogida. Como muestra, vale la pena releer las palabras de Carlos Guzmán Moncada –el cual, junto a Marta Noguer, ha sido el responsable de algunas de las más recientes traducciones de Calders en México7:


“Marco de referencia biográfica, país de exilio, tema, tópico, espacio semántico y simbólico del desarrollo narrativo, “México” es en el interior del mundo caldersiano mucho más que un sustantivo propio o un calificativo ajeno: es trasfondo escritural de muchos de sus textos no identificados por el tema con el contexto mexicano; por cuanto representó el exilio como experiencia de lo que supone vivir fuera de sí, es uno de los nombres más peculiares con que Pere Calders expresa en sus cuentos y novelas el límite del sentido –moral y lógico- de la realidad y de la escritura; es una de las palabras con las cuales se denomina la alteridad que agrieta –jamás con complacencia- toda certeza sobre el yo o sobre la realidad del mundo. Y es, por último, una más de las “imprevistas certezas” que pueblan todos sus libros: un “escenario desconcertante”, ámbito y acontecimiento “verdadero, pero inexplicable”, con el que lo otro que habita las ficciones de Calders cifra sus insobornables verdades ocultas.” (“Una vasta comarca de leones”, prólogo a Aquí descansa Nevares y Gente del altiplano, México D.F., 2004)

Es cierto que su vasta obra literaria -cuatro novelas, más de treinta libros de cuentos y narrativa corta, cuatro volúmenes de narrativa juvenil, diversos de prosa no de ficción, cinco de obras completas…-, especialmente la de posguerra, que es la mayoritaria, respira mexicanidad en muchos aspectos, pero cuando la crítica habla de “narrativa mexicana” en la obra de Calders suele hacer referencia a unos títulos concretos. Siendo estrictos, cinco cuentos –cuatro de ellos recogidos inicialmente en un único volumen, Gent de l’alta vall (Gente del altiplano), que, en ediciones posteriores, los ha incluido ya todos-, una novela –L’ombra de l’atzavara (La sombra del maguey)- y una narración o novela corta –Aquí descansa Nevares (que se ortografía igual en catalán que en castellano).

De dos de los cuentos, “La batalla del 5 de maig” (“La batalla del 5 de mayo”) y “Fortuna lleu” (“Fortuna leve”), y de la novela L’ombra de l’atzavara, Martí Soler-Vinyes -en la actualidad gerente de producción de Fondo de Cultura Económica, hijo del escritor catalán exiliado Josep Soler Vidal y padre del novelista mexicano Pablo Soler Frost- analizó los elementos mexicanos esenciales, en una intervención en el Colegio José Gaos de la Universidad de las Américas, de Cholula, Puebla:

“Pere Calders (…) es un cuentista y novelista cuya fina ironía nos sitúa, a través de un mundo con frecuencia mágico, en el sentido que le daría un ilusionista a la palabra, en la realidad del mundo casi cotidiano (el casi es para mostrar un punto de pudor). Ambivalente, sus cuentos mexicanos y su novela L’ombra de l’atzavara podrían dar una idea equivocada acerca de su visión de México. Los cuentos mencionados hablan de esa realidad incrustada en la ficción en la que una representación de la batalla del 5 de mayo se convierte en batalla campal (con victoria de los franceses) por la rivalidad entre los dos capitanes provocada por una muchacha del pueblo, o de la muerte de un albañil a manos de su compadre entre las nubes del alcohol y su entierro en los cimientos del edificio que estaban construyendo (pues una vez muerto por desgracia el compadre, ¿por qué no quedarse con la comadre?). La novela, por su lado, se ubica en ese mundo de los exiliados catalanes en la ciudad de México en donde la vida cotidiana y la memoria encaminada a un posible regreso se mezclan confusamente y salen a la luz interioridades que el propio protagonista desconocía.” (El texto, intitulado “Tísner y Calders”, fue recogido en el volumen ya citado En recuerdo de Tísner. Semblanza).

De otro de los cuentos de Gent de l’alta vall, “La verge de les vies” (“La virgen de las vías”), el crítico catalán Julià Guillamon, en el libro de sala de una exposición sobre la literatura catalana del exilio presentada, en 2007, en Ciudad de México8, nos apunta la versomilitud final de las situaciones aparentemente irreales de la narrativa corta de Calders:

“trata de un guardabarreras que cada día dibuja en yeso en la tapa del semáforo. Entorno a la obra del guardabarrera se crea una gran expectativa: los transeúntes se paran en el paso a nivel y le comentan el dibujo. Un día pinta a una joven, la gente cree que es la Virgen: no le dejan borrarla y ya no puede volver a pintar. En México me han contado que hace unos años en la parada del metro de Hidalgo, apareció una mancha con el contorno de la Virgen de Guadalupe y que la estación se convirtió en un lugar de peregrinaje.” (Literaturas del exilio. México, México D.F., 2007)

Si la obra literaria de Pere Calders, con todo lo que esto supone de reduccionismo sintético, viene dominada, como apuntaba Soler-Vinyes, por lo que se conoce como realismo mágico y superpone dimensiones distintas en la ficción literaria, del plano de lo real al plano de lo irreal, la novela cortaAquí descansa Nevares añade un aspecto de crítica social que la hace, en parte, singular en su corpus. Suma el realismo social al habitual mundo mágico caldersiano.


El indígena urbano contemporáneo


Publicada por primera vez en 1967, con Calders ya instalado en Barcelona, Aquí descansa Nevaresnarra la ocupación de los panteones de un cementerio ostentoso, “de ricos”, por parte de unos indígenas habitantes de un vecino barrio de chabolas en Ciudad de México. Basada en un hecho cierto –la cohabitación de este barrio marginal y marginado, en las afueras de la ciudad, con el cementerio lujoso, el Panteón Francés-, Aquí descansa Nevares, pese a su relativa brevedad, tiene la fuerza de una obra madura, sólida, y traza una irónica y dura perspectiva de las relaciones personales y sociales. Es, además, el más universal de los libros de temática mexicana de Calders. Lo es, porque, a pesar de su indudable ubicación mexicana, su planteamiento es global –como lo son el estratismo social y la confrontación de las personalidades- y lo es porque ha merecido la atención de otras culturas: no sólo ha sido traducido al español –y en más de una ocasión-, también lo ha sido al italiano –Qui riposa Nevares, Roma, 1996- y al francés –Ici repose Nevares, Montreal, 2004.

En un apacible mediodía guanajuatense, José María Muriá me apuntó, no sé si con cierta bienintencionada maldad, que la narración se le antojaba, también, como una metáfora de la reforma agraria, del debate social del reparto de tierras a los campesinos expoliados. Julià Guillamon, en la publicación ya citada, enfatiza la voluntad social de esta narración caldersiana, ni que sea viéndola desde otra perspectiva, más europea:

“Pere Calders es quien mejor ha reproducido el conflicto de los refugiados con el medio en el que se desarrolla su vida, en cuentos como “La verge de les vies” o Aquí descansa Nevares que retratan minuciosamente la psicología del indígena urbano y muestran la sorpresa por los mecanismos que mueven la vida social de México.”

Esta relativa sorpresa, por lo menos para el lector catalán –o mejor, para el lector en catalán-, del tema mexicano, de su realidad social y de sus personajes, fue subrayada por el propio Pere Calders:

“Tengo que repetir que lo que nosotros entendemos por realidad tiene en México otra dimensión: la gente, allí, hace cosas que en otras latitudes hay que inventar para los personajes ficticios.” (declaraciones reproducidas en Narrativa catalana de l’exili, Barcelona, 2005)9.

Dos mundos, dos percepciones de la realidad. Dos visiones del mundo y de la realidad. Dos mundos entrelazados por la literatura. Realidad y ficción. Esta aparente contradicción de la ingente literatura catalana –en catalán- de temática mexicana no es sí mismo ninguna yuxtaposición. Todo lo contrario, es simplemente una dicotomía: el lazo entre dos realidades distintas que se plasma en la ficción literaria. Y, así, se nos presenta como las dos caras de una misma moneda: distintas pero ligadas indisolublemente para siempre. Entrelazadas infinitamente.

Carlos Guzmán, esta vez en un estudio publicado en catalán, “Mèxic: una cartografia imaginària de l’exili” (“México: una cartografía imaginaria del exilio”), enfatiza esta dicotomía sorpresiva, que califica de extrañeza, desde el concepto de la “alteridad”:

“a nuestro parecer, la experiencia de la alteridad radical –la extrañeza inherente al hecho de asumirse, de inventarse y de verse desde fuera- que comportó el exilio es uno de los elementos más destacables de toda la obra personal. Rica y heterogénea de autores como Pere Calders, Avel.lí Artís-Gener, Lluís Ferran de Pol, Agustí Bartra o Vicenç Riera Llorca. Esta es, quizás, una de sus contribuciones más notables a la narrativa del siglo XX: la inclusión en la literatura catalana de una geografía imaginaria –tan lejana como íntima-, integrada por las numerosas y contrapuestas realidades que cada uno vivió, vio y reinventó en sus obras a partir del exilio en México.” (publicado en el mencionado volumen Narrativa catalana de l’exili)10


Del catalán al español – mejor, al mexicano


Si bien la obras de temática mexicana de Calders fueron traducidas inicialmente al español en la Península –como es el caso del volumen Aquí descansa Nevares y otros mexicanos (Barcelona, 1985) o Gente del alto valle (Madrid, 1988)-, las versiones que han sabido realmente trasladar su universo creativo americano han sido, evidentemente, las que se han realizado en México. Las palabras, las frases, los giros, la transposición del habla de los personajes mexicanos y de la narración en general sólo han sido bien resueltas, como no podía ser de otra manera, desde la única óptica posible. El título de las dos traducciones de Gent de l’alta vall, el volumen de cuentos, es ya diafanamente significativo: Gente del alto valle en la edición madrileña y Gente del altiplanoen la posterior mexicana.

Carlos Guzmán Moncada, en el prólogo ya citado, redunda en esta cuestión, especialmente atendiendo a la propia voluntad de Calders, que ya trabajó su catalán literario con la voluntad de acercarlo a un entorno lingüístico de raíz mexicana:

“Gracias justamente a esta discreta atención con que Calders configuró sus narraciones mexicanas, las sutiles distorsiones del lenguaje empleado en estos relatos se alejan tanto del pintoresquismo lingüístico como de la “mexicanización” superficial. La presencia continua de expresiones mexicanas levemente catalanizadas, la traducción en paráfrasis catalanas de muchas “realidades observadas” en mexicano por el autor, así como el contraste permanente entre lo que narrador y personajes perciben justo en y por el lenguaje, contribuyen a acentuar la descolocación del lector catalán precisamente allí donde menos espera ser sorprendido: en ese lugar común que es su propio idioma. Por ello, la traducción de Aquí descansa Nevares y otras narraciones mexicanas11 supone una dificultad mucho mayor de lo aparente y, sobre todo, una situación intra y extraterritorial a la vez, análoga a la experimentada por Calders en su exilio de México. (…) Por ello, se hacía más que necesario traducir con todas sus implicaciones estos relatos de Calders desde el doble y raro conocimiento profundo de ambos entornos culturales, el mexicano y el catalán.”

Guadalajara 2004

En esta transposición de la obra de Pere Calders –pero no sólo de Calders- del catalán al “mexicano”, se han sumado muchos esfuerzos, pero sobresalen como impulsores un nombre propio y una cita sobresaliente: Martí Soler-Vinyes y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de 2004, de la que Cataluña fue el país invitado de honor. Martí Soler ha desarrollado una amplia trayectoria profesional en el mundo editorial mexicano –en las prestigiosas editoriales Siglo XXI, Gama y Fondo de Cultura Económica, donde ha ostentado y ostenta cargos directivos, y en Libros del Umbral, que fundó y que posteriormente dejó en manos de su hijo Pablo. Como editor, Soler-Vinyes ha promovido numerosas traducciones de la obra mexicana de Pere Calders. Así, desde la miscelánica Cuentos mexicanos de autores catalanes (Gama editorial y el Colegio de Jalisco, 1994, edición de Martí Soler-Vinyes y traducción de Avel.lí Artís) a diversos volúmenes íntegros de Calders: La sombra del maguey (Libros del Umbral-CONACULTA, 2002, traducción de Gerta Pallàs), Exploración de islas conocidas: antología de cuentos (Libros del Umbral, 2004, traducción de Marta Noguer y Carlos Guzmán y estudio preliminar de Jordi Castellanos); Aquí descansa Nevares y Gente del altiplano (Fondo de Cultura Económica, 2004 –reimpresión 2006-, traducción de José María Murià y prólogo de Carlos Guzmán)12…

La Feria de Guadalajara de 2004 fue una magnífica oportunidad para Martí Soler para subrayar su dedicación a la divulgación en México de los escritores catalanes que vivieron su exilio en este país y de la literatura e identidad catalana en general. De esta manera, además de la ya mencionada nueva traducción de Aquí descansa Nevares y Gente del altiplano, el Fondo de Cultura Económica editó otras cuatro traducciones del catalán: De miel y diamante, cincuenta y cinco narraciones de cuarenta y cuatro autores catalanes de todo el siglo XX, a cargo de Jordi Gálvez; Una voz ante las otras. México y la literatura catalana del exilio, con textos de Josep Carner, Riera Llorca, Bartra, Ferran de Pol, Calders, Tísner, Ramon Xirau y Manuel Duran, y la selección, traducción y estudio de Marta Noguer y Carlos Guzmán; La identidad catalana contemporánea, de Claudi Esteva, antropólogo en el Colegio de Jalisco; y la reedición Vida y obra de Ramon Llull, un magnífico estudio sobre nuestro filósofo y escritor medieval, debido a Joaquim Xirau.

Otras editoriales, asimismo, publicaron libros en el mismo sentido: la UNAM, Libros del Umbral, Extramuros, Arlequín… De esta última editorial, cabe destacar su edición de Ronda naval sota la boira, una de las novelas más celebradas de Pere Calders, aún que no se inscriba en su ciclo de temática mexicana: Ronda naval bajo la niebla (traducción de Marta Noguer y Carlos Guzmán y prólogo de Maria Campillo). De Libros del Umbral, la reedición del Misterio de Quanaxhuata, el drama poético de Bartra.

Guadalajara 2004 fue, pues, una magnífica oportunidad de la literatura catalana para reabrirse camino en el mundo editorial mexicano y en las librerías del país, un recuerdo merecido de lo que fue México para el mundo editorial –y literario- catalán en las primeras décadas del exilio. Como, ni que sea desde otra magnitud, lo ha sido esta Feria del Libro de Historia y Arqueología de 2009.

Y permitan que cierre esta intervención con las palabras sentidas e irónicas del mismo Pere Calders:

“He pasado la mitad de mi vida en Cataluña y la otra mitad en México. Es un balance que me llena de estupor y me obliga, más a menudo de lo que parece, a dar explicaciones. Y yo lo hecho, de la forma que me caía más espontáneamente en mano: escribiendo narraciones de signo y fortuna diversos, como ya se sabe. (…) He visto a más indios de montaña que a pescadores mediterráneos. Esto, para un catalán, es muy gordo. Un fenómeno así no se debe casi nunca a causas banales y la que nos empujó a mí y a los míos fue un descalabro famosísimo, del que todavía no salgo de mi asombro.”13

Mejor colofón, imposible.

Notas

1 Este volumen viene a completar el Diccionario de los catalanes de México, que, bajo la coordinación del mismo Muriá, coeditaron El Colegio de Jalisco y la Generalitat de Catalunya en 1996.

2 Cabe recordar que Perpiñán -Perpinyà-, la capital de la Cataluña francesa, es una ciudad de habla catalana.

3 L’Alguer (Alghero en italiano) es una ciudad de la isla de Cerdeña también de habla catalana –por motivo de una repoblación medieval, en la época de dominio catalán del Mediterráneo.

4 Riera Llorca publicó, en México, la novela Tots tres surten per l’Ozama (Los tres salen por el Ozama), escrita a partir de su estancia en la República Dominicana. Ozama es el nombre del río que desemboca al mar en Santo Domingo y da nombre, también, a una construcción colonial que en esos años hacía la función de penal.

5 La traducción del original catalán es del autor de esta ponencia.

6 José María Muriá ha dado a conocer, recientemente, un dato hasta ahora desconocido –o poco conocido: Tísner escribió una primera versión de la novela en español, que no llegó nunca a publicarse.

7 Carlos Guzmán ganó el Premio Andròmina de ensayo, uno de los más prestigiosos en el ámbito de las letras catalanas, con la obra Una geografia imaginària: Mèxic i la narrativa catalana a l’exili (3i 4, Valencia, 2008), que reúne y sistematiza todos los estudios realizados por el autor sobre el tema, algunos de los cuales cito en estas páginas.

8 La exposición “Literaturas del exilio”, producida por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, SEACEX, el Institut Ramon Llull y la Diputación de Barcelona, se inauguró en esta ciudad en 2005. De 2006 a 2008 itineró por Buenos Aires, Ciudad de México, Santiago de Chile y Santo Domingo, en un formato readecuado –también de contenido- en cada ocasión, publicándose sendos libros-catálogos. En 2009 volvió a Barcelona, con un nuevo formato y recogiendo el material que había ido acumulando, esta vez producida por la Institució de les Lletres Catalanes, el Memorial Democràtic y el mismo Institut Ramon Llull y bajo el explícito título. “Literaturas de l’exili. Retorn a Catalunya. Història d’una exposició”.

9 La traducción del original catalán es del autor de esta ponencia.

10 La traducción del texto, publicado en catalán, es, también, del autor de esta ponencia, en un nuevo lazo: un autor mexicano que publica en catalán en Cataluña traducido al español en México por un catalán. Pido sinceras excusas por tal audacia.

11 Guzmán hace referencia al volumen en catalán Aquí descansa Nevares i altres narracions mexicanes, una edición preparada por Joan Melcion y publicada en Barcelona en 1980 –con múltiples reediciones posteriores-, que es la recopilación usada para el volumen del Fondo de Cultura Económica Aquí descansa Nevares y Gente del Altiplano

12 Con motivo de la presencia de Cataluña como país invitado del Festival Internacional Cervantino de Guanajuato 2008, el Institut Ramon Llull –el organizador catalán del evento- presentó una edición no venal de Aquí descansa Nevares, en la traducción de Muriá –cedida por el Fondo-, que reproducía por primera vez en México el prólogo que el mismo Calders escribió para la primera edición catalana –en traducción de Alba Galí. Este volumen no venal contaba, también, con una introducción del autor de esta ponencia –y que me ha servido, ahora, de material de partida.

13 La traducción del original catalán –el prólogo a Aquí descansa Nevares- es de Alba Galí y la he reproducido de la edición no venal del Institut Ramon Llull mencionada.

*Josep Bargalló
Llicenciat en Filologia Catalana (Universitat de Barcelona). Màster en Estudis Superiors en LLengua, Literatura i Cultura Catalana (Universitat Rovira i Virgili). Catedràtic de Secundària. Professor de l’Institut de Ciències de l’Educació de la Universitat Rovira i Virgili.